El pasado 14 de abril, Pablo
Iglesias reivindicaba, a través de un tuit propio de un verdadero indigente
intelectual, la bondad histórica de la II República española. El infausto
mensaje, difundido por más de cinco mil personas, decía así: “Elecciones limpias,
voto femenino, matrimonio civil, divorcio, educación pública. ¿Se puede ser
demócrata y no reivindicar la II República?”. Como cualquier persona
mínimamente formada percibirá, Iglesias miente con desvergüenza desmedida.
El líder de Podemos y su jauría
de necios útiles – los que retuitean – eluden mentar que esas elecciones
limpias de las que hablan fueron amañadas en 1933, cuando el PSOE no permitió
gobernar a la CEDA, partido más votado; y en febrero de 1936, cuando, tal y
como han demostrado historiadores como Pío Moa o Stanley Paine, el Frente
Popular se impuso a las derechas en un proceso electoral caracterizado por el
fraude. En realidad, el respeto de los líderes republicanos izquierdistas por
las elecciones y la democracia quedó retratado en el mismo advenimiento de la
república. Y es que conviene recordarles a Iglesias y a su ejército de osados
ignorantes que el régimen republicano fue proclamado tras unas elecciones
municipales en que las candidaturas monárquicas obtuvieron una holgada mayoría
de concejales.
El barrabás contemporáneo y su
rebaño de adocenados seguidores evitan mencionar, asimismo, que el sufragio
femenino se aprobó a instancias de las derechas (¡la izquierda se opuso
alegando que las mujeres votarían lo que los curas y sus maridos les
ordenasen!). En cuanto a lo de la educación pública, es preciso recordarle a
Pablo Iglesias que fue en la primera década del régimen franquista cuando se
produjo un descenso reseñable del analfabetismo.
Sin embargo, lo dramático no
es que el líder de Podemos y su banda de matones tuiteros desconozcan o falseen
la verdad histórica, sino que nadie se moleste a hacerles frente. Nadie, en
esta España acomodada sobre el diván de la mentira, está dispuesto a luchar por
defender la verdad. Ni el votante medio del PSOE, ni el del PP, ni el de
Ciudadanos exhibe la más mínima inquietud por el constante falseamiento de
nuestra historia. Es más, quienes aprobaron y quienes refrendaron – con su
cobarde inacción – la torticera Ley de Memoria Histórica ni llevan coleta ni
visten ropa de Alcampo.
La España actual es
preocupantemente similar a la Inglaterra imaginada por Orwell en 1984. Un país en que la historia y el
pasado son dictados – y falseados – por ley; un país en que son pocos los que
siguen atreviéndose a decir que dos más dos son cuatro y que libertad no es
esclavitud.