Suele
decirse, en ese estulto afán de equiparar cristianismo e islam, que
las cruzadas fueron algo así como yihad cristiana. Sin embargo, esta
afirmación tan extendida, que no es sino metáfora del triunfo del
rebuzno y la ignorancia, es tan disparatada como la presencia de
Leire Pajín en un coloquio de intelectuales. O sea, muy disparatada.
Y disparatado, no me vayan a acusar de sexista.
Todos
estos amigos del relativismo cultural, cuyo vil motor no es otro que
el odio y el rencor hacia la civilización occidental, pretenden
hacernos pensar que todas las religiones son iguales; es más, que
todas son brutales. Y para ello utilizan las cruzadas. No obstante,
lo cierto es que la única similitud que encontramos entre yihad y
cruzada es el recurso a las armas por motivos religiosos. Nada más.
Algunos dirán que ya es mucha similitud, pero les aseguro que no es
así.
Y
es que la yihad es un imperativo religioso, un prescripción que
emana del mismo Alá. En el Corán hay más de 250 versículos que
llaman a la lucha contra el infiel, a la aniquilación o a la
sumisión de los politeístas*. Por el contrario, las cruzadas no son
sino una decisión política motivada por razones religiosas que, en
ningún caso en que se pretenda ser intelectualmente honesto, pueden
ser consideradas preceptos de fe.
Por
otro lado, la yihad, si atendemos al Corán y al “hadiz”, es “per
se” ofensiva, pues conmina a atacar a los infieles, allá donde
se encuentren o sea cual fuere su religión, hasta que acepten y
tomen la palabra de Alá. Esto es relevante, pues las cruzadas, por contra, fueron
guerras de carácter marcadamente defensivo, ya fuese para recuperar
tierras conquistadas por los musulmanes o para impedir la destrucción
de más lugares santos en Jerusalén (el Santo Sepulcro había sido
destruido en 1009 por orden de Al Hakim) y proteger a los peregrinos
que marchaban por aquel tiempo a Tierra Santa y que eran brutalmente
masacrados.
No
es por ello adecuado comparar yihad, que es un precepto de fe presente en la historia sin historia del
islam, y cruzadas, que constituyeron un fenómeno circunscrito a la Edad
Media y al combate contra la expansión musulmana. Sin embargo, nadie
en su sano juicio puede pensar que los perros guardianes de la
corrección política – a los que yo hoy bautizo como los
incansables inventores de hechos pretéritos – anhelen el decoro.
Éste, más bien, les es indiferente; todo vale para que de Occidente
no quede más rastro que esa historia que ellos, voluntariosos,
reescriben.
*
Para los musulmanes, los cristianos también son politeístas, ya que
creen en la divinidad de Cristo.