El otro día le eché un vistazo a un interesante, entiéndase la ironía, periódico digital de estos bien rojeras y sectarios. Es lo que tiene el estío, que deja con la guardia baja a un personal, servidor incluido, dispuesto a perpetrar todo tipo de imprudencias. En ese periódico, que sin faltar a la verdad podría llamarse panfletillo, encontré un artículo en el que se tildaba a Juan Manuel de Prada de retrógrado, ultracatólico y reaccionario. Con un par. Y es que hogaño quien cuestiona el progresismo y las supuestas bondades de nuestro Siglo es inmediatamente condenado por el Tribunal de la Santa Corrección Política.
Los
progres, que se exhiben ufanos como salvaguarda de la tolerancia,
detestan, señalan y marginan a quienes, como de Prada, no tragan con
la deshumanizadora filosofía de la posmodernidad, con la contumaz
irreverencia de la época. De nada importa que sean de derechas o de
izquierdas, liberales o comunistas, del PP o del PSOE. A todos ellos
les une el odio común hacia los que defienden que España y Europa,
sin tradición, no pueden comprenderse.Y ya saben ustedes, el enemigo
de mi enemigo es mi amigo.
Su
tiranía se llama democracia y toman la ignominia como su más eficaz
medio de coerción. Desprecian a las personas con principios y a
aquéllos que serían capaces de dar la vida por unos ideales, por
una religión, por una mujer amada, incluso. Su bandera es el
emotivismo inane, la insana indiferencia. Acogen, con falsa
displicencia, a aquéllos que, asumiendo lo principal de sus
postulados, discrepan en asuntos menores; les sirve para dar
credibilidad a su paripé de pluralismo. No les tiembla el pulso para
condenar al ostracismo, a la alienante vida de anacoreta, a aquéllos
que cuestionan lo fundamental del progresismo hegemónico. Son
malvados, en definitiva.
Juan
Manuel de Prada es una de las víctimas que se han cobrado; uno de
los muchos asesinados (en sentido metafórico) por el Tribunal de la
Santa Corrección Política, más sanguinario y sutil que el del
Santo Oficio. No han tenido reparo en silenciarlo. Pero no te
preocupes, Juan Manuel, somos muchos los que seguiremos leyendo con
sana avidez tus versos en forma de prosa; los que, conscientes de que
la muerte no es el final, seguiremos rindiéndote tributo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario