No seré
yo, queridos lectores, el que añore las ideologías. No seré yo, se lo aseguro,
el que eche de menos ese conjunto de creencias que implican una determinada y
rígida visión del mundo y que han llevado a la Humanidad a vivir el período más
sanguinario y atroz de su historia. Sin embargo, parece evidente que el imperio
de la ideología era bastante más esperanzador (¿por qué no decir mejor?) que lo
que le ha sustituido: ese reinado de la indiferencia y la incultura que la
sociedad hodierna vive en sus propias carnes.
La democracia
occidental se ha convertido en un mercado; el tiempo ha dado la razón a
teóricos de las élites como Weber o Schumpeter. Pero no es éste un mercado de
sofisticados productos reclamados por una sociedad lúcida y culta. Se trata más
bien de un mercado de productos destinados a satisfacer los instintos de una
masa amorfa, extremadamente ignorante y adocenada.
De este
modo, todo principio, valor moral, forma de pensar, ha quedado reducida al más
burdo populismo. En un intento por llegar al mayor número de electores, los
políticos se esmeran en satisfacer sus quiméricas (y casi siempre disparatadas) demandas y ganarse el aplauso fácil.
Incumplen promesas en aras de que más gente introduzca en las urnas
el papelito con su nombre y reniegan de sus principios para que al comunista,
por ejemplo, lo pueda votar un empedernido liberal. O viceversa. De hecho, ésa
es la clave. Que difícilmente se
puede hablar de comunistas, liberales o conservadores cuando hemos podido
contemplar la asunción, por parte de estos dos últimos, de los preceptos de
movimientos como la ideología de género.
Como
les decía al principio del artículo, no añoro las ideologías. Añoro la defensa
de algo, añoro los principios, añoro una sociedad de verdad en la que anide el
pluralismo. Las masas están siempre abocadas a la catástrofe y nunca al
triunfo. Y sobre todo están condenadas al fracaso esas masas inconscientemente
escépticas e ignorantes, ésas cuyos valores son poco más que papel mojado,
cuyos principios son los de Groucho Marx.
Mientras siga reinando esta ideología de la no ideología, será imposible luchar por una visión del mundo y defender una serie de principios. Es como darse cabezazos contra un muro, no se puede dialogar con alguien para quien todo y nada es lo mismo. Enhorabuena por el artículo. Sigue así!
ResponderEliminarSe agradece el comentario, don Pablo. La realidad es que vivimos uno de los períodos de la Historia en que el hombre más se asemeja al animal... Gracias, de nuevo!
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