Hartos
estamos de oír que lo único que puede remediar el sempiterno conflicto
árabe-israelí es la creación de un Estado palestino con las fronteras
anteriores a 1967. Hartos estamos de oír que Israel ocupa ilegítimamente un
territorio que pertenece a los palestinos, desechando cualquier justificación
de cariz histórico, cultural o tradicional, desechando la relevancia que la
tierra de Sion y Jerusalén siempre ha tenido para el pueblo hebreo. No
obstante, lo cierto es que, sin atender a su necesidad, que es más que
refutable, un hipotético Estado palestino con las fronteras de 1948 y Jerusalén
Este como capital padecería graves problemas de legitimación.
Y es
que fueron los propios palestinos, y su casta gobernante dirigida por Hadj Amin
Husseini, los que rechazaron la sentencia de la ONU del 29 de noviembre de 1947
que establecía la división de Tierra Santa en dos Estados, fueron ellos los que
trataron de hacerse con todo el territorio y, en su acto de osadía, fracasaron.
Por ello, se antoja verdaderamente sorprendente e ilegítimo que hoy
reivindiquen lo que antaño con fuerza atacaron, que hoy clamen por la fracción
de Tierra Santa en dos Estados cuando, por el momento, no han reconocido, ni
aceptado la existencia de Israel.
Ciertamente,
ha sido la intransigencia árabe la que ha dado alas al sionismo, a sus
aspiraciones. En palabras de Ben Gurion: “La intransigencia árabe ha ayudado,
con sus amenazas, a realizar hazañas que nunca habríamos sido capaces de lograr
de otra manera”. En primer lugar, los primeros ataques a las colonias judías en
Palestina compelieron a sus agricultores a emplear mano de obra judía. En
segundo lugar, la violencia árabe contra los judíos de Jafa obligó a la
fundación de Tel Aviv, la primera ciudad judía del mundo. Y, en tercer lugar,
al negar a los supervivientes del holocausto nazi el derecho a instalarse en
Palestina, los árabes forzaron al mundo en su conjunto a reconocer la necesidad
de crear un hogar nacional para el pueblo judío.
No se
dejen engañar. La responsabilidad de que los palestinos estén ahora como están
no es sino suya y de sus infames gobernantes. La paz entre israelíes y árabes
sólo se alcanzará si estos últimos son capaces de liberarse de la casta que en
forma de media luna ornamentada con metralla los rige, si son capaces de
aceptar los errores pretéritos y por fin reconocer la necesidad histórica del
Estado de Israel. Mientras no lo hagan, y cierro mi artículo con un toque de
tristeza, no habrá paz en Tierra Santa.
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