En
una situación caracterizada por la inestabilidad y el extremismo en
Europa, Mi Torre de
Marfil charla
con Guillermo Graíño, profesor de Teoría Política y Teoría de
las Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de
Vitoria, sobre los retos, amenazas y debilidades del viejo
continente.
P. Monseñor Munilla definió Europa como un ente con cuerpo en forma de euro y alma en forma de ideología de género. Si usted tuviese que definir Europa, ¿cómo lo haría?
R.
Es una buena definición. Siguiendo su línea, diría que Europa es
la conjunción de dos polos ideológicos. Uno que es la derecha
económica, es decir, libertad de mercado y neoliberalismo. Y otro
que es la izquierda moral, el progresismo moral. Además, hemos visto
que estos dos extremos se llevan muy bien entre sí. De hecho, la
derecha económica sirve para hacer triunfar los valores de la
izquierda moral; y la izquierda moral facilita la expansión de la
derecha económica.
P.
Dada esta definición de Europa, ¿cuál es el mayor enemigo de los
europeos?
R.
El mayor enemigo de los
europeos son los europeos mismos. Están completamente acomplejados
por sus valores, su continente, sus ideas... En este tiempo, ese
criticismo consigo misma que siempre ha caracterizado a Europa, que
es parte de su identidad, ha llegado a convertirse en una debilidad
demasiado fuerte que puede acabar destruyéndola. Sé que es un lugar
común y una frase típica, pero creo que es la pura realidad.
P.
En las últimas fechas, se ha hablado mucho sobre el populismo y la
demagogia ¿Puede considerarse a ambos como inmanentes a la propia
democracia liberal?
R.
Es un riesgo siempre presente
en la democracia liberal. El sistema en el que un político ofrece al
electorado, que ha de elegir, unas propuestas es un sistema que, al
final, beneficia la lógica de la mayor oferta y de la ausencia de
costes. Es natural que si los políticos tienen que competir por
vender un producto, mientan respecto al producto y los costes de
éste. Se trata de la lógica de la publicidad. En cualquier caso, la
culpa no es sólo de los políticos, sino también de un electorado
cortoplacista y poco reflexivo.
P.
¿Cuáles son las claves para que Europa venza las amenazas que
hogaño se ciernen sobre ella?
R.
Soy bastante pesimista respecto
a la posibilidad de que Europa pueda superar su debilidad
constitutiva. Quizá una vuelta a la religión o una vuelta a la
antigua identidad fuese una posible solución. No obstante, creo que
esto no es posible. Me gustaría, pero, visto el panorama actual, se
antoja extremadamente difícil.
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