Charles
de Gaulle fue la cabeza más visible de la resistencia francesa a la
ocupación nazi. En su exilio en Londres fundó el movimiento
“Francia libre”, que apoyaba la resistencia interior y que se
opuso a la Francia de Vichy encabezada por el mariscal Petain. Tras
la liberación francesa, lideró el gobierno provisional de la
República hasta 1946.
Una
vez consumada la marcha de De Gaulle, se inició el proceso
constitutivo de la IV República francesa que, frente al poder
ejecutivo, dio preeminencia al legislativo, al parlamento. La Francia
de la IV República, sin embargo, tuvo que afrontar dos graves
conflictos coloniales, uno en Indochina y otro en Argelia, colonias
francesas hasta entonces.
El
conflicto en Argelia fue sobremanera grave, hasta el punto de casi
desencadenar una Guerra Civil. Con objeto de resolver la guerra
argelina y la endémica inestabilidad de la IV República de Gaulle
fue nombrado, el ocho de enero de 1959, presidente de la República
Francesa. De este modo, se inauguró la V República, en la que se
otorgaron muy amplios poderes al jefe de Estado. Es indispensable
señalar, no obstante, que Argelia consiguió su definitiva
independencia en 1962.
La
acción de gobierno del General de Gaulle nos permite hablar de un
verdadero movimiento político: el “gaullismo”. Éste se
fundamentaba en la pretensión de devolver a Francia su grandeza, de
colocarla a la cabeza de las naciones europeas, evocando las
Cruzadas, la Francia de Luis XIV, etc.
Uno
de los grandes objetivos de este General francés era mostrar su
independencia con respecto a Estados Unidos en el ámbito de la
política exterior, por lo que Francia fue uno de los primeros países
en reconocer a los regímenes comunistas y salió de la estructura
militar de la OTAN en 1966. Asimismo, su política se encaminó a
reducir al máximo la influencia británica en el continente europeo
y a la defensa de la Europa confederal, la Europa de las patrias,
frente a la idea unificadora de los países europeos, de la Europa
federal.
El
“gaullismo” tradicional rechazaba, en lo económico, tanto la
postura liberal como la socialista revolucionaria. Buscaba una
tercera vía más igualitaria que el liberalismo y no basada en la
lucha de clases como el socialismo. Por ello, puede concluirse que su
modelo económico era -aunque habría que matizar- el keynesianismo.
Los
defensores de De Gaulle abogaban por un poder ejecutivo fuerte y por
una Francia que superase la tradicional división de izquierda y
derecha mediante la relación directa con el líder o jefe de Estado.
Es decir, buscaban la agrupación de todos los franceses a través de
un sufragio universal directo para elegir al jefe de Estado y
constantes referéndums.
El
“gaullismo” se ha dividido, con el paso de los años, en
distintas ramas que, a pesar de partir de una raíz común, se han
enfrentado fruto de las diferentes interpretaciones de la política
del General de Gaulle.
Por
un lado, nos es posible encontrar el llamado “neogaullismo”, que
ha ido acercándose a los postulados defendidos por el resto de
derechas europeas. Defiende, de este modo, el liberalismo y es
proclive a la OTAN. Si bien es cierto que continúa buscando la
independencia francesa y europea con respecto a Estados Unidos y una
Europa de las patrias encabezada por el país galo. Uno de sus más
paradigmáticos representantes no es sino Nicolás Sarkozy, que
materializó la vuelta de Francia a la OTAN en el año 2009.
Por
otro lado, el “gaullismo” también ha derivado en una rama con un
cariz algo más izquierdista y patriótico, defensora de la
democracia social y que pone especial énfasis en la independencia
nacional, así como en la búsqueda de una tercera vía alternativa
al liberalismo y al socialismo. Probablemente sea esta vertiente la
más fiel al “gaullismo” tradicional.
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