Claro
está que “Charlie Hebdo” no es un paradigma
de buen gusto. Claro está que esa
pérdida del respeto por lo sagrado, que los redactores de la revista denotan en
sus viñetas, puede resumir los males que hoy día azotan a Occidente. Sin
embargo, claro está también que esos desalmados yihadistas – dispensen el
epíteto – sólo utilizaron tales afrentas como pretexto para perpetrar un nuevo
golpe de mano manchado de sangre en Europa.
Durante
estos días, todos hemos podido presenciar una satanización de “Pegida”, un
movimiento que – por si no lo saben ustedes, queridos lectores – clama contra
la islamización de Europa, un movimiento
en el que anida el temor por la creciente oleada de violencia cuya génesis se
halla en el Corán. Se les ha acusado de nazis, de fascistas, de intolerantes.
De xenófobos, de racistas y de reaccionarios. Todos los insultos valen para
atacar al mal encarnado.
En fin,
yendo al tema. Sin duda alguna, la actitud de “Pegida” es inaceptable,
inadmisible, desde un punto de vista democrático. No en vano, uno de los
principales rasgos de nuestra putrefacta y decadente democracia es la ilimitada
tolerancia con algunos, el ilimitado relativismo, camuflado por un buenismo a
todas luces suicida, que en el trato con unos pocos impera.
Sin
embargo, parece obvio que la islamización de Europa es preocupante para
aquéllos que no deseamos que de las grúas cuelguen homosexuales y de
lapidaciones mueran mujeres, para aquéllos que no anhelamos una desaparición de
toda tolerancia, para aquéllos que rechazamos el fundamentalismo. De este modo,
resulta evidente que ese respeto por el Islam ha de ser constreñido, resulta
evidente que, cuando las mezquitas se han tornado en el horno en que se cocina
la destrucción de Occidente, debemos esmerarnos en la defensa de los pocos
valores que aún nos quedan.
Se nos
presenta un tiempo apasionante. Un tiempo en que, si nuestra democracia no
encuentra una vía para combatir efectivamente la islamización de Europa, nos
veremos abocados a elegir entre ella – la democracia – y la defensa de nuestra
rica tradición. Un tiempo en que habremos elegir entre un simple régimen
político y nuestra cultura, nuestros valores, nuestra forma de pensar, nuestra más honda libertad. No sé
ustedes, pero yo ya tengo clara mi elección.
¡Gran artículo! El análisis es muy acertado. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuy buen despiece de lo que ocurre en la sociedad democrática actual, que agoniza entre el exceso de tolerancia y la lucha por la supervivencia de sus valores originarios. Enhorabuena.
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