domingo, 8 de mayo de 2016

"La extrema derecha"

El Tribunal de la Santa Corrección Política ha fijado en los partidos de “extrema derecha” su objetivo. Tan deshonroso e hipócrita tribunal, que proclama la ausencia de verdad inmutable como única verdad inmutable, ha colmado a partidos como Ley y Justicia y Alternativa por Alemania de insultos y estigmas que van desde “populistas” a “neonazis” pasando por “eurófobos”. Así es el rebaño; sólo cree en la democracia cuando son los suyos los que ganan. Permitirán ustedes, queridos lectores, que yo no caiga en la estulticia del estigma y en la simpleza del insulto. No me gusta eso de obviar que, tras los partidos a los que algunos tildan de extrema derecha, hay gente - con anhelos, pesares y preocupaciones - que introduce su papeleta en la urna.

Yo encontraría justificados los estigmas si los partidos que los padecen desearan, como Podemos, cargarse la legalidad, la democracia y la nación. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que tanto el Frente Nacional como la FPO – y demás partidos - respetan y defienden estos tres conceptos. No tienen problema alguno con el Estado de Derecho, y la libertad no les provoca urticaria. Es más, dicen defenderla. Se preguntarán ustedes, pues, cuál es el imperdonable inconveniente que el Tribunal de la Santa Corrección Política percibe en estos movimientos. Creo tener la respuesta. Cuestionan las ideas que, en los últimos años, los ominosos intereses de ciertos próceres en la sombra han erigido en dogmas irrefutables. No comulgan con el multiculturalismo ni con la ideología de género; desconfían profundamente de los burócratas de Bruselas y quieren preservar la soberanía nacional.

La caricatura que los medios de comunicación nos brindan de estos partidos nos induce a pensar que sus votantes son lunáticos ansiosos por matar musulmanes o viejos rijosos excitados con la sola idea de reducir la UE a cenizas. Sin embargo, esto se antoja aún más hiperbólico que el teatro de Valle Inclán, pues los grupos políticos en cuestión son más bien transversales. Acogen en su seno tanto al obrero al que la izquierda dejó de lado tras la revolución del 68 como a esa clase media proletarizada, condenada al mileurismo; reciben el voto tanto de ese buen alemán que ha tenido que ver su pueblo convertido en un gran gueto islámico como de ese polaco que sabe bien que las raíces de Occidente se hunden en el cristianismo.


Anoche soñé con una Europa que, percatándose de su error, dejaba atrás el relativismo, la ideología de género y el multiculturalismo; con una Europa que, frente a los sombríos designios de la Unión Europea, reivindicaba la soberanía nacional. Ha sido ese sueño el que me ha instado a sentar mis posaderas sobre la silla y a escribir este artículo. Simplemente quería decirles que, cuanto mejor les vaya a los partidos estigmatizados, más cerca estará mi sueño de tornarse en realidad.