domingo, 17 de abril de 2016

Un infierno orwelliano

El pasado 14 de abril, Pablo Iglesias reivindicaba, a través de un tuit propio de un verdadero indigente intelectual, la bondad histórica de la II República española. El infausto mensaje, difundido por más de cinco mil personas, decía así: “Elecciones limpias, voto femenino, matrimonio civil, divorcio, educación pública. ¿Se puede ser demócrata y no reivindicar la II República?”. Como cualquier persona mínimamente formada percibirá, Iglesias miente con desvergüenza desmedida.

El líder de Podemos y su jauría de necios útiles – los que retuitean – eluden mentar que esas elecciones limpias de las que hablan fueron amañadas en 1933, cuando el PSOE no permitió gobernar a la CEDA, partido más votado; y en febrero de 1936, cuando, tal y como han demostrado historiadores como Pío Moa o Stanley Paine, el Frente Popular se impuso a las derechas en un proceso electoral caracterizado por el fraude. En realidad, el respeto de los líderes republicanos izquierdistas por las elecciones y la democracia quedó retratado en el mismo advenimiento de la república. Y es que conviene recordarles a Iglesias y a su ejército de osados ignorantes que el régimen republicano fue proclamado tras unas elecciones municipales en que las candidaturas monárquicas obtuvieron una holgada mayoría de concejales.

El barrabás contemporáneo y su rebaño de adocenados seguidores evitan mencionar, asimismo, que el sufragio femenino se aprobó a instancias de las derechas (¡la izquierda se opuso alegando que las mujeres votarían lo que los curas y sus maridos les ordenasen!). En cuanto a lo de la educación pública, es preciso recordarle a Pablo Iglesias que fue en la primera década del régimen franquista cuando se produjo un descenso reseñable del analfabetismo.

Sin embargo, lo dramático no es que el líder de Podemos y su banda de matones tuiteros desconozcan o falseen la verdad histórica, sino que nadie se moleste a hacerles frente. Nadie, en esta España acomodada sobre el diván de la mentira, está dispuesto a luchar por defender la verdad. Ni el votante medio del PSOE, ni el del PP, ni el de Ciudadanos exhibe la más mínima inquietud por el constante falseamiento de nuestra historia. Es más, quienes aprobaron y quienes refrendaron – con su cobarde inacción – la torticera Ley de Memoria Histórica ni llevan coleta ni visten ropa de Alcampo.


La España actual es preocupantemente similar a la Inglaterra imaginada por Orwell en 1984. Un país en que la historia y el pasado son dictados – y falseados – por ley; un país en que son pocos los que siguen atreviéndose a decir que dos más dos son cuatro y que libertad no es esclavitud.