sábado, 2 de mayo de 2015

El comunista arte de vestirse


Dijo Pablo Iglesias en cierta ocasión : “Un comunista perdedor es un mal comunista. Para follar hay que desnudarse, pero para ligar hay que vestirse. La izquierda debe aprender a vestir los ropajes de la victoria”. Y eso es lo que están haciendo los miembros de su partido, Podemos: cortejarnos, engalanados a base de ropa de Alcampo, mientras construyen la autopista hacia un averno del que a todos quieren hacernos sufridores partícipes. Ese averno de miseria y de chivatos; ese infierno de determinismo, tiranía y desesperanza que todas las manifestaciones del comunismo han representado.

Y es que el cortejo, la seducción, es, en la particular cruzada comunista, un arte. Todo lo disfrazan sus prohombres de “paz y pan”. Ningún comunista ha llegado al poder gritando “queremos comunismo”, sino clamando por algo parecido a la justicia social, prometiendo un edén terreno en situaciones de luctuosa miseria y penuria, asegurando que la libertad y la igualdad, con él, triunfará.

El mensaje de Podemos ha cambiado radicalmente desde que su posibilidad de tocar poder se tornó evidente. Lo que antes era una cutre pachanga fachosa es ahora una digna bandera que debe presidir los mítines. Lo que antes era la organización que mejor comprendió qué requería la España de los ochenta (ETA) es ahora una banda de asesinos que debe pagar sus culpas. Lo que antes era el paraíso de la democracia, la libertad y la igualdad (Venezuela) es hoy un país democrático que ha cometido ciertos errores. Lo que hace unos meses era marxismo-leninismo es en el presente una especie socialdemocracia transversal.

Al final, Pablo Iglesias, como en verdad todo político, lo que más profundamente anhela es el poder. Ni libertad e igualdad para los hombres, ni paraísos terrenales, ni justicia social. Sin embargo, las consecuencias de su estancia en el poder serían, tal y como la Historia nos enseña, particularmente catastróficas; su desnudo supondría una miseria tanto material como moral incluso mayor que la que PP y PSOE nos han brindado.


Ahora bien, esto no quiere decir que los llamados partidos tradicionales hayan de ser la alternativa. Es más bien hora de que los españoles afirmemos que podemos construir una sociedad de verdad, una sociedad que no renuncie ni a su tradición ni a sus raíces. Es hora de gritar, como dijo Fernando Paz, que no queremos ni a los de Podemos ni a los de “pillemos”, que no vamos a apoyar ni a unos comunistas con ansias de poder ni a unos partidos políticos que han hecho de la corrupción y la maldad su signo distintivo.

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