jueves, 20 de agosto de 2015

Tributo a Juan Manuel



El otro día le eché un vistazo a un interesante, entiéndase la ironía, periódico digital de estos bien rojeras y sectarios. Es lo que tiene el estío, que deja con la guardia baja a un personal, servidor incluido, dispuesto a perpetrar todo tipo de imprudencias. En ese periódico, que sin faltar a la verdad podría llamarse panfletillo, encontré un artículo en el que se tildaba a Juan Manuel de Prada de retrógrado, ultracatólico y reaccionario. Con un par. Y es que hogaño quien cuestiona el progresismo y las supuestas bondades de nuestro Siglo es inmediatamente condenado por el Tribunal de la Santa Corrección Política.
Los progres, que se exhiben ufanos como salvaguarda de la tolerancia, detestan, señalan y marginan a quienes, como de Prada, no tragan con la deshumanizadora filosofía de la posmodernidad, con la contumaz irreverencia de la época. De nada importa que sean de derechas o de izquierdas, liberales o comunistas, del PP o del PSOE. A todos ellos les une el odio común hacia los que defienden que España y Europa, sin tradición, no pueden comprenderse.Y ya saben ustedes, el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Su tiranía se llama democracia y toman la ignominia como su más eficaz medio de coerción. Desprecian a las personas con principios y a aquéllos que serían capaces de dar la vida por unos ideales, por una religión, por una mujer amada, incluso. Su bandera es el emotivismo inane, la insana indiferencia. Acogen, con falsa displicencia, a aquéllos que, asumiendo lo principal de sus postulados, discrepan en asuntos menores; les sirve para dar credibilidad a su paripé de pluralismo. No les tiembla el pulso para condenar al ostracismo, a la alienante vida de anacoreta, a aquéllos que cuestionan lo fundamental del progresismo hegemónico. Son malvados, en definitiva.
Juan Manuel de Prada es una de las víctimas que se han cobrado; uno de los muchos asesinados (en sentido metafórico) por el Tribunal de la Santa Corrección Política, más sanguinario y sutil que el del Santo Oficio. No han tenido reparo en silenciarlo. Pero no te preocupes, Juan Manuel, somos muchos los que seguiremos leyendo con sana avidez tus versos en forma de prosa; los que, conscientes de que la muerte no es el final, seguiremos rindiéndote tributo.

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