domingo, 14 de junio de 2015

El llanto de ese PP traidor

Ya han sido investidos los nuevos alcaldes y presidentes de las Comunidades Autónomas; las bases para proseguir la que parece inexorable destrucción de España ya están sentadas. Y en ellas, la posición del Partido Popular es más bien irrelevante. Con pactos o sin ellos, el más traidor de los partidos políticos españoles – hacia su electorado y sus ideas – ha sufrido un severo escarmiento que probablemente sea letal.

Y, por supuesto, la debacle del partido de Rajoy ha estado acompañada de lastimosos lamentos, de lágrimas propias de plañideras que se habían creído intocables en el más falso de los funerales. Es lo que tiene, creo yo, traicionar todo lo prometido en un programa electoral pensando que eso saldría gratis. Es lo que tiene asumir la ideología de género y demás preceptos progresistas manifestados a la perfección en la acción legislativa del gobierno de Zapatero. La inacción política y la renuncia a las ideas propias se pagan. Luego llegan lágrimas en forma de arrepentimiento, llantos más propios de niños de preescolar que de políticos.

Y es que Rajoy, durante toda esta inane legislatura que todavía continúa, se ha afanado en dejar atrás esos tiempos en los que asumía un rol protagonista en cada manifestación antiterrorista; en dejar atrás esos tiempos en que se erigía, ufano, como adalid de la defensa de la vida humana en esas dignas convocatorias contra el aborto. De esos polvos vienen estos lodos, Sr Rajoy. La renuncia a defender principios, a defender valores, ha condenado al PP;  la traición ha provocado que ésos que aún votan al partido de la gaviota lo hagan con  la nariz tapada previendo, legítimamente, un mal mayor.

Muchas han sido las traiciones perpetradas durante esta legislatura: aborto, matrimonio homosexual, memoria histórica, violencia de género, etc. Sirven éstas como símbolo de la claudicación del PP ante el ideal progresista, como símbolo de una derecha que ya no está representada políticamente.


Quizás esas lágrimas que hoy inundan las páginas de los periódicos y  los programas de televisión habrían sido sonrisas satisfechas si el PP hubiese cumplido sus promesas. Quizás los aprendices españoles de Pol Pot no estarían construyendo su particular autopista hacia el averno si el gobierno de Rajoy, con sus traiciones, no hubiese dividido a una derecha harta de ser poco más que la izquierda con quince años de retraso, harta de la infundada superioridad moral del llamado “progresismo”.

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