sábado, 26 de diciembre de 2015

Una "carmenada" intolerable

Los madrileños no podemos decir que la política sea aburrida. En los últimos tiempos, gracias a nuestra infausta alcaldesa, hemos tenido la oportunidad de reírnos de quienes gobiernan a golpe de ocurrencias, majaderías y sectarismos; de quienes creen que el pleno del Ayuntamiento de Madrid es la barra del bar de la esquina. Carmena y su séquito de antisemitas, magnicidas y “asaltacapillas” nos han deleitado en los meses más recientes con una serie de ideas que, de no tener un trasfondo tan perverso, serían dignas de llenar los bocadillos de un cómic.

Barrunto que recuerdan ustedes esa propuesta de que las madres limpiaran, en desventurada asociación, los colegios. Deduzco que aún guardan en su memoria esa llamada a que los universitarios recogiesen la mierda de las calles. El botellón, decía la abuelita lobo. Imagino, porque es bastante reciente, que tienen presente esa ocurrencia de repartir tarjetas rojas a los niños para que se las mostrasen a sus padres cuando éstos arrojasen una colilla al suelo. Por no hablar de esas reinas magas que no harán sino robar la ilusión de esos niños que, criados en la tradición cristiana, aguardan ávidos a que sus Majestades de Oriente les lleven los regalos. (“Papá, ¿¡por qué Baltasar es una mujer!?)

Sin embargo, no deberían ser motivo de irrisión, ni siquiera burlesca, los desesperados intentos de Carmena de eliminar los restos franquistas del callejero madrileño. Todo comenzó con el lío de la Plaza Vázquez de Mella, ahora llamada “Pedro Zerolo” en honor a un tipo cuyos méritos pueden resumirse, grosso modo, en practicar sexo anal con otro tipo. Pues bien, a Vázquez de Mella lo acusaron de franquista habiendo muerto en 1929. Todo vale para darme la satisfacción de crear héroes (Zerolo) que en verdad no son tales. He aquí la similitud entre Zerolo y Nelson Mandela, por ejemplo: la mistificación de la vida de ambos en aras de dar dioses de carne y hueso – en este caso, de chicha y nabo - a una sociedad que, por atea, necesita creer en algo.


Ahora, con el apoyo de Ciudadanos, la alcaldesa que adula a la oposición a base de magdalenas procederá a eliminar toda “calle franquista” de Madrid, como si las calles pudiesen hacer profesión de fe. Habrá que preguntarle a Carmena si también está dispuesta a acabar, por franquistas, con la Seguridad Social, los pantanos o la clase media. Supongo que conocen la respuesta. Todo se debe, en fin, a una incurable patología de la izquierda española, incapaz de asumir la derrota en la Guerra Civil; todo responde, en fin, a ese principio, tan humano como estúpido, de querer rescribir la historia cuando algunos episodios de ésta no discurrieron al desnortado gusto de cada uno.

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