miércoles, 24 de diciembre de 2014

Deduzco que



El otro día, apareció en televisión uno de esos supuestos intelectuales a los que tanta pleitesía se rinde en este país de broma. El menda, preguntado por la Guerra Civil, vino a decir, entre muchas otras cosas, que quienes aquí defendieron la democracia y la tolerancia – le faltó mentar los derechos humanos - en la década de los treinta  fueron las izquierdas del PCE, PSOE y la FAI. Y se quedó tan ancha, la criatura.

Supongo que el intelectual pasó por alto que la II República se proclamó después de que las candidaturas monárquicas obtuvieran más del doble de los votos que obtuvieron las candidaturas republicanas. Supongo que olvidó que esos comicios celebrados en 1931 eran municipales, ni plebiscitarios ni gaitas. Supongo que ese bufón de la corrección política no quiso mentar que la sacro santa II República Española se declaró, de forma ilegítima, tras un gesto de infinita cobardía de Alfonso XIII.

Imagino que ese tonto del haba engalanado con tirantes desconoce que, tras la victoria de la CEDA en las elecciones de 1933, el PSOE amenazó al presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, con llamar a la sublevación si le otorgaba el gobierno al partido monárquico. Imagino que el contumaz cómplice del justiciero Garzón ignora el golpe de Estado que la izquierda protagonizó contra la República en octubre de 1934.

Barrunto que ese individuo, cuyo nombre aún no revelaré, olvidó mencionar las constantes acusaciones que Julián Besteiro dedicó a sus compañeros del PSOE. Acusaciones que denunciaban un acercamiento del “moderado” Partido Socialista a Moscú, acusaciones que apuntaban a los “demócratas” Largo Caballero e Indalecio Prieto, entre otros, como responsables del sometimiento de los socialistas españoles a los designios de ese nunca bien ponderado promotor de los derechos humanos llamado Iósif Stalin.

Deduzco que el gran Wyoming prefirió no referirse al asesinato, en 1936, del líder de la oposición, José Calvo Sotelo, que no fue sino otro de los magnicidios protagonizados por la izquierda. Deduzco que no estimó oportuno mencionar la quema de conventos e iglesias, las Checas o la matanza de Paracuellos. Deduzco que, en ese momento, al payaso de la televisión la verdad le resultaba un incordio, un óbice del que se libró con unas risas previas.

Lo peor es que son muchos los que comparten las falacias de Wyoming. Lo peor es que, incluso en los círculos cultos, la verdad se ha tornado en simple títere del interés ideológico. Y es que, por lo menos en España, a aquéllos que no aceptan la Historia, sólo les queda reescribirla.

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