miércoles, 3 de diciembre de 2014

Notas sobre el "gaullismo"


Charles de Gaulle fue la cabeza más visible de la resistencia francesa a la ocupación nazi. En su exilio en Londres fundó el movimiento “Francia libre”, que apoyaba la resistencia interior y que se opuso a la Francia de Vichy encabezada por el mariscal Petain. Tras la liberación francesa, lideró el gobierno provisional de la República hasta 1946.

Una vez consumada la marcha de De Gaulle, se inició el proceso constitutivo de la IV República francesa que, frente al poder ejecutivo, dio preeminencia al legislativo, al parlamento. La Francia de la IV República, sin embargo, tuvo que afrontar dos graves conflictos coloniales, uno en Indochina y otro en Argelia, colonias francesas hasta entonces.

El conflicto en Argelia fue sobremanera grave, hasta el punto de casi desencadenar una Guerra Civil. Con objeto de resolver la guerra argelina y la endémica inestabilidad de la IV República de Gaulle fue nombrado, el ocho de enero de 1959, presidente de la República Francesa. De este modo, se inauguró la V República, en la que se otorgaron muy amplios poderes al jefe de Estado. Es indispensable señalar, no obstante, que Argelia consiguió su definitiva independencia en 1962.

La acción de gobierno del General de Gaulle nos permite hablar de un verdadero movimiento político: el “gaullismo”. Éste se fundamentaba en la pretensión de devolver a Francia su grandeza, de colocarla a la cabeza de las naciones europeas, evocando las Cruzadas, la Francia de Luis XIV, etc.

Uno de los grandes objetivos de este General francés era mostrar su independencia con respecto a Estados Unidos en el ámbito de la política exterior, por lo que Francia fue uno de los primeros países en reconocer a los regímenes comunistas y salió de la estructura militar de la OTAN en 1966. Asimismo, su política se encaminó a reducir al máximo la influencia británica en el continente europeo y a la defensa de la Europa confederal, la Europa de las patrias, frente a la idea unificadora de los países europeos, de la Europa federal.

El “gaullismo” tradicional rechazaba, en lo económico, tanto la postura liberal como la socialista revolucionaria. Buscaba una tercera vía más igualitaria que el liberalismo y no basada en la lucha de clases como el socialismo. Por ello, puede concluirse que su modelo económico era -aunque habría que matizar- el keynesianismo.
Los defensores de De Gaulle abogaban por un poder ejecutivo fuerte y por una Francia que superase la tradicional división de izquierda y derecha mediante la relación directa con el líder o jefe de Estado. Es decir, buscaban la agrupación de todos los franceses a través de un sufragio universal directo para elegir al jefe de Estado y constantes referéndums.
El “gaullismo” se ha dividido, con el paso de los años, en distintas ramas que, a pesar de partir de una raíz común, se han enfrentado fruto de las diferentes interpretaciones de la política del General de Gaulle.

Por un lado, nos es posible encontrar el llamado “neogaullismo”, que ha ido acercándose a los postulados defendidos por el resto de derechas europeas. Defiende, de este modo, el liberalismo y es proclive a la OTAN. Si bien es cierto que continúa buscando la independencia francesa y europea con respecto a Estados Unidos y una Europa de las patrias encabezada por el país galo. Uno de sus más paradigmáticos representantes no es sino Nicolás Sarkozy, que materializó la vuelta de Francia a la OTAN en el año 2009.

Por otro lado, el “gaullismo” también ha derivado en una rama con un cariz algo más izquierdista y patriótico, defensora de la democracia social y que pone especial énfasis en la independencia nacional, así como en la búsqueda de una tercera vía alternativa al liberalismo y al socialismo. Probablemente sea esta vertiente la más fiel al “gaullismo” tradicional.

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